jueves, 19 de mayo de 2011
El rey y sus cuatro esposas...
Había un rey que tenía cuatro esposas. A su cuarta esposa la adornaba con ricas vestiduras. A su tercera esposa siempre la exhibía en los reinos vecinos.
Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.
Su segunda esposa, era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él.
La primera esposa del rey era una compañera, muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca.
Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella le amaba profundamente, él apenas se fijaba en ella.
Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Así que le preguntó a su cuarta esposa: Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas.
Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
¡Ni pensarlo! Contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras.
Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo. Y lo mismo aconteció con la tercera y segunda esposa.
Entonces escuchó una voz: Me iré contigo y te seguiré adondequiera que tú vayas. El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición.
Profundamente afectado, el monarca dijo: ¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas.
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuanto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando muramos.
Nuestra tercera esposa son nuestras posesiones, condición social y riqueza.
Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa cuanto nos hayan sido de apoyo, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada en la búsqueda.
Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará a dondequiera que vayamos.
Por esta razón, es de suma importancia que busquemos cuidar de esa primera esposa, ya que aunque no sea visible como las demás, es muy esencial, pues es la única que permanece eternamente.
La mejor forma de cuidar de su alma es acercándose a Dios, de esta manera ella jamás sufrirá necesidades.
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