martes, 17 de mayo de 2011
El dia del juicio...
Después de haber vivido «decentemente» en la tierra, mi vida llegó a su fin. Estaba sentado en una banca, en la sala de espera de una Sala de Jurados.
La puerta se abrió y se me ordenó sentarme en la banca de los acusados.
Cuando miré a mi alrededor vi al «Fiscal», quien me miraba fijamente, era la persona mas demoníaca que había visto en mi vida. Me senté, miré hacia la izquierda y allí estaba mi Abogado, un caballero con una mirada bondadosa cuya apariencia me era familiar.
La puerta de la esquina se abrió, Su presencia demandaba admiración y respeto. Yo no podía quitar mis ojos de Él; se sentó y dijo: «Comencemos».
El Fiscal se levantó y dijo: « Mi nombre es Satanás y estoy aquí para demostrar por qué el debe ir al Infierno».
Comenzó a hablar de las mentiras que yo había dicho, de cosas que había robado en el pasado, cuando engañaba a otras personas. Satanás habló de otras horribles cosas cometidas por mi persona y, entre más hablaba, más me hundía en mi silla de acusado. Yo sabía que era culpable de las cosas que me acusaban, pero también había hecho algunas cosas buenas en mi vida, ¿no podrían esas cosas buenas por lo menos equilibrar lo malo que había hecho? Satanás terminó con furia su acusación y dijo: «Este individuo debe ir al Infierno, y no hay ninguna persona que pueda probar lo contrario. Por fin se hará justicia este día». Cuando llegó el turno de mi Abogado se levantó y solicitó acercarse al Juez, quien se lo permitió, haciéndole señas para que se acercara, pese a las fuertes protestas de Satanás.
Hasta entonces me di cuenta por qué me había parecido tan familiar, era Jesús quien me representaba, Mi Señor y Salvador. Se paró frente al Juez, y suavemente le dijo: «Hola Padre», y se volvió para dirigirse al Jurado «Satanás está en lo correcto, al decir que este hombre ha pecado, no voy a negarlo. Reconozco que el castigo para el pecado es muerte y este hombre merece ser castigado.» Respiró Jesús fuertemente, se volteó hacia su «Padre» y con los brazos extendidos proclamó: «Sin embargo, yo di mi vida en la cruz para que esta persona pudiera tener vida eterna y él me ha aceptado como su Salvador, por lo tanto, es mío».
Mi Salvador continuó diciendo: «Su nombre está escrito en el libro de la vida y nadie me lo puede quitar. Satanás todavía no comprende que este hombre no merece justicia, sino misericordia.
Cuando Jesús se iba a sentar,» hizo una pausa, miró a su Padre y suavemente dijo: «No se necesita hacer nada mas, lo he hecho todo». El Juez levantó su poderosa mano y, golpeando la mesa fuertemente, las siguientes palabras salieron de sus labios:»Este hombre es libre, el castigo para él ha sido pagado en su totalidad, caso concluido». No hay mandamiento más grande que amar a tu prójimo como a ti mismo. ¿Por qué quedarnos con los brazos cruzados... cuando el hombre más grande del mundo murió con los brazos abiertos?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario